Este mes se cumple el veinticinco aniversario de la "Revolución de los claveles", movimiento militar de carácter progresista que contó con gran apoyo social y puso punto final a la dictadura salazarista en Portugal. A las cero horas de aquel histórico y primaveral 25 de Abril, el programa "Límites", de Radio Renazenca, comenzó a emitir los acordes de "Grandola, Vila Morena". Fue la consigna para poner en marcha el engranaje revolucionario. La la letra y la música eran de José Afonso, la figura más importante de la canción portuguesa de este siglo, y una pieza clave de la música popular de todo el mundo. "Zeca" Afonso dejó un legado de integridad y compromiso.
José Afonso ha sido una de las grandes glorias nacionales de Portugal, como Camoens -asegura el cantautor musical José Mario Branco, uno de los artistas que más cerca estuvo siempre de Zeca Afonso- y fue abandonado en sus horas bajas por algunos que le deben todo lo que son. Muchos ciudadanos de este país han aprendido a pensar y sentir gracias a él.
No se puede entender la importancia y la trascendencia de la obra artística de José Zeca Afonso, sin hacer una aproximación cabal a la personalidad humana y política de este irrepetible portugués nacido en Aveiro, quien murió sin reconocimiento oficial, a pesar de su enorme compromiso y su gran talento.
Durante toda su vida, mantuvo un inquebrantable compromiso artístico y político, primero contra la dictadura de Salazar y, al final de sus días, frente a la contrarrevolución encabezada por el Partido socialista de Mario Soares. Zeca fue consciente siempre de que su honradez navegaba a contracorriente, pero en ningún momento abandonó sus principios y su coherencia. Por eso detestaba el desencanto, que él calificaba como una mera justificación para los traidores.
Su defensa de la democracia popular, directa y no institucionalizada, le acarreó las críticas y el rechazo de algunos sectores políticos, incluso de izquierda. Zeca Afonso cantaba incesantemente para el pueblo, en cooperativas agrarias y comissioes de moradors, utilizando sus exquisitas creaciones como vehículo para las movilizaciones.
Físicamente más alto que la mayoría de sus paisanos, complexión fuerte, mirada profunda y aire tímido e introvertido, José Zeca Afonso sería el antidivo por excelencia. Sensible y depresivo en algún momento, era profundamente irónico y mordaz, tal cual resulta patente en muchas de sus creaciones.
En alguna actuación suya, y con frecuencia, olvidaba hasta versos de sus propias canciones. De ahí su permanente preocupación por conseguir siempre un atril para consultar la letra que él mismo creaba. En otro momento, algún espontáneo le sujetaba las notas o le soplaba cuando algún lapsus le asaltaba.
Zeca Afonso era muy aficionado al deporte; con el nombre de Cerqueira en los partidos de fútbol, sus jugadas con el siete a la espalda fueron jaleadas por los seguidores del grupo juvenil Académica de Oporto. Sentía especial predilección por el corredor Mamede, especie de Curro Romero del maratón, atleta genial y emperador de la espantada.
Programas deportivos y pocos más eran los que Zeca veía en televisión, un medio al que siempre tuvo en su punto de mira y al que ridiculizó en memorables canciones como Acupuntura en Odemira.
Durante los últimos años de vida, en su casa de Vila Nogueira, en Azeitao, cuando la atrofia muscular, que acabaría produciéndole la muerte, hacía mella en él, manteniendolo postrado en cama, Zeca se resistía a ser un televidente pasivo.
Hasta el último momento mantuvo una entereza y lucidez inusitadas; no se puede evitar el escalofrío y la emoción al recordarle frente a una mesilla repleta de pastillas de todas clases y colores, haciendo un esfuerzo para tomar una taza de café sin ayuda de nadie. Aún más, escuchando los versos de la impresionante Canción de la paciencia, incluida en el compendio Como se fora seu filho, que dice, entre otras estrofas, que Muchos soles y lunas nacerán,/ más olas en la playa romperán,/ ya no tiene sentido tener o no tener/ vivo con mi odio a mendigar./ Tengo muchos años para sufrir,/ más de una vida para andar,/ bebo la hiel amarga hasta morir./ Ya no tengo pena, sé esperar.
La puerta de entrada a su casa de Vila Nogueira, pueblecito situado entre Lisboa y Setúbal, tenía un cartel muy elocuente: Nao ao ley fascista da segurança. En su interior, multitud de detalles, cuadros y carteles alusivos al 25 de Abril dejaban claras sus inalterables posiciones políticas. Zeca Afonso nos dijo que "a mí me curaría de verdad otro 25 de Abril. Acabaría con todos mis problemas y dolencias. Lo peor de mi estado actual es ver cómo la situación política y social se deteriora cada vez más, sin poder contribuir a cambiar la inercia con todas mis fuerzas. De las conquistas del 25 de Abril sólo quedan algunas pequeñas libertades formales, cada vez más restringidas".
Su domicilio fue centro de reunión y punto de referencia para mucha gente. Amigos de Portugal, de España y Francia se acercaban constantemente hasta aquel pueblecito, en la comarca de Azeitao, donde residía José Zeca Afonso, para verle, hablar y estar junto a él. También un grupo de niños del colegio local de diez o doce años, que editaba el periódico contra la dirección del centro, tenía instalada en casa del músico su infantil redacción.
Licenciado en Filosofía e Historia, José Zeca Afonso fue profesor de instituto hasta 1968, fecha en la que lo inhabilitan para ejercer cualquier puesto docente, como una represalia política. Hasta el año 1983 no se le reconocieron de nuevo sus derechos. Al morir, Zeca Afonso cobraba 30.000 pesetas mensuales de pensión. Entonces, era su único ingreso. Su productor musical, Arnaldo Trindade, quien le bautizó como el papa de la canción portuguesa, en símil poco afortunado, no le pagó nunca sus derechos de autor.
José Zeca Afonso comentaba con cierta amargura la gran desbandada de muchos antiguos progresistas portugueses, conocidos suyos, hacia posiciones cercanas al poder político y económico.
"Muchos se han vendido por un plato de lentejas y han justificado su actitud diciendo que estaban desencantados. Me gustaría saber de qué pueden estar desencantados, si aquí no se ha producido ninguna revolución. Lo que estamos viviendo es una contrarrevolción. Si hubiese cambiado algo, y no estuviesen de acuerdo, lo entendería. Pero este no es el caso. Ese desencanto no es más que una justificación para los que nunca han estado encantados y para todos esos traidores".
Al realizar el menor acercamiento a la figura de José Zeca Afonso, resulta inevitable recordar, con todo el cariño del mundo, a Zélia, su entrañable compañera, mujer de una dimensión humana excepcional, e irrepetible, como José Zeca Afonso; junto a un nutrido grupo de amigos, Zélia impulsó la creación de la Associaçao José Afonso, con la pretensión de dar a conocer, en sus multiples facetas, el papel histórico de José Afonso y también su personalidad militante, como promover la difusión de toda su obra y contribuir a salvagaurdar su integridad y calidad, además de crear un centro de documentación sobre la vida y obra del artista portugués.
A pesar de haber concebido piezas ya clásicas, Zeca Afonso siempre fue muy autocrítico: "Me he dedicado durante años a componer canciones en condiciones precarias, más preocupado por conseguir una comunicación fuerte y por actuar políticamente, que por perfeccionar todo lo que yo quería de mi trabajo. He sido bastante cuidadoso y exigente pero, lógicamente, siempre he estado condicionado por mi intención propagandística".
Siempre se manifestaba en contra de la denominación de canción protesta para con su obra: "El músico es quien protesta, no la canción". Por eso mismo insistiría en la necesidad del claro compromiso ético de artista, o trabajador del arte, como él siempre decía.
Fue pionero en la reivindicación de las corrientes musicales africanas, y la influencia de aquellos sones está presente en toda su obra. También en esto se adelantaba a su tiempo. Canciones maestras, como Ailé, Ailé o Un homem novo veio da mata son elocuentes muestras. El elaborado lirismo de sus temas no dejó nunca lugar a la tibieza en el mensaje: tu muerte, pintor,/ reclama otra muerte igual,/ sólo ojo por ojo/ y diente por diente vale. Canta en A morte saiu à rua, un precioso y dramático tema dedicado a José Días Coelho, pintor y escultor comunista asesinado a tiros por la policía política de la dictadura salazarista (temible PIDE portuguesa, hermana de la BPS franquista), de día y en plena calle. En el Cantar Alentejano, una bella y sentida creación dedicada a la campesina antifascista Catarina Eufemia (embarazada cuando la asesinó un teniente de policía, con tres disparos a bocajarro), el mensaje es similar: Quien vio morir a Catarina/ no perdona a quien la mató.
José Mario Branco nos relataba, emocionado, cómo se realizó la grabación del tema, en un estudio francés: "El sistema de grabaciones hacía que, desde el principio de esa tarde, fuese el momento que debía grabar "Cantar Alentejano"; ¿vamos a ello, Zeca?, le dije. Naturalmente, preocupado por la factura del estudio. ¿No tienes nada para ir metiendo?, contestó; se veía que todavía no estaba dispuesto; el alma de Zeca, me dí yo cuenta después, estaba toda en el Alentejo, en los ojos de Catarina Eufémia. Como tantas veces le sucedía, andaba por el estudio de aquí para allá, dando pasos nerviosos, como un joven león en su jaula. Hasta que, ya al final de la tarde, dijo: "Salgo fuera, para ver a las vacas" (el estudio estaba en una finca rodeada de campos). Desapareció una o dos horas. Cuando volvió ya era casi de noche: "Vamos a grabar a Catarina". Zeca, en mitad del estudio, solo y a oscuras, cantó. Una sola vez. Y esa es la que está en el disco. Nosotros, privilegiados espectadores, estábamos en la central técnica, todos llorando, incluido el técnico francés. "¿Consideráis que es mejor que cante esto otra vez?" "No Zeca, no. Está muy bien así".
Actuó por última vez en directo en el Coliseu dos Recreios lisboeta, en 1983, precisamente el lugar donde, nueve años antes, "Grandola" se convirtió en un himno para la historia. Aquella velada quedó recogida en un disco vibrante, en el que José Afonso, canta, ya con ciertas dificultades, arropado por todos sus músicos y sus amigos más incondicionales.La enfermedad fue avanzando inexorablemente desde entonces hasta 1987, pero, a pesar de todo, compuso en este periodo temas para dos nuevos discos.
José Afonso Cerqueira dos Santos murió el 23 de febrero de 1987, con 58 años. Una multitud veló el cadáver en la capilla ardiente que tuvo lugar en el Club Naval de Setúbal, núcleo proletario del cinturón industrial de Lisboa, capital de la Revolución de los Claveles. Su entierro constituyó un último ejemplo: tras el féretro marchó primero el pueblo anónimo, coreando una vez tras otra sus canciones y enarbolando banderas rojas, simplemente, sin ningunas siglas, y claveles del mismo color; detrás, los gremios operarios, y por fin, enmascarados en el gentío, desfilaron algunos políticos que en vida de Zeca no se habrían atrevido a acercarse a él.
Muchos integrantes del sepelio iban de negro, a pesar de que Zeca había exigido que nadie se vistiera de luto por su muerte. Más de cien canciones, numerosos poemas, varios cortos de cine, media docena de obras de teatro y, sobre todo, aquel ejemplo de honestidad e integridad que constituyen su importante legado, junto a lo que supuso la Revolución de los Claveles.
Alfredo Disfeito
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